no pude menos que preguntarme de repente, ¿Cuando la vena de la ciencia ficcion iba a saltar? y me bajo cierto remordimiento por hasta ahora llenar las paginas de este diario solo con algunas pequeñas historias romanticas, debo reconocer que tambien me bajo cierta mania vergonzosa de ser tachado de sensiblero, asi que entre las toneladas de tonteras escritas a lo largo de los años recorde un pequeño relato que en su tiempo se grangeo parte de mi cariño, solo un fragmento de historia ficticia parte de uno de esos mundos que los aspirantes a escritores empollamos por decadas con la esperanza de que alguna ves pasen de la condicion de blastulas nonatas a gritones recien nacidos, un mundo donde Astrea es un pequeño faro de esperanza para una humanidad esclavizada y algunos homo sapiens bucean en el oceano de estrellas. un pequeño relato para cierto ejercicio literario que en su momento me dio alguna satisfaccion de la mano de la aprobacion de otros noveles autores.
Alamagh, la brillante.
Ese día marco el inicio de la caída de esa ciudad… y de cuanto mas.
Hacia mucho tiempo que la esperanza se había esfumado, nublada por el fragor de los combates. Hacia mucho tiempo que las lealtades se habían desvanecido reemplazadas por el ímpetu robótico de la rutina de la guerra. Hacia mucho tiempo que los corazones se habían endurecido ante la fatalidad…
Y todos deberían pagar el precio.
El precio de dejar de sentir.
El precio de dejar de vivir.
En los yermos de lo que alguna vez fuera nuestro orgulloso mundo hogar, Alamagh, “la brillante”, antes ciudad de bravos guerreros y sublimes artistas, se había erguido por milenios como corazón de la cultura, metrópolis desafiante del poder irrestricto de las capitales de los Señores de la guerra, centro de vida, centro de honor.
Y cuanto honor.
Desde sus palacios, los jóvenes Lores, la sangre selecta de Celmaq, contemplaban los verdes prados por ultima vez antes de tomar sus asignaciones en las poderosas flotas estelares, soñando con proezas gloriosas de servicio a la raza.
Desde sus calles brillantes, los menos afortunados trabajaban sin descanso por el esfuerzo común de sus señores, soñando con llegar a los palacios plateados donde ver nacer a sus hijos con las suaves alas de la nobleza en sus espaldas.
Atrás habían quedado esos tiempos, lo que no pudo el invasor, aun cuando devastara nuestros dominios en las estrellas y el propio planeta. Lo que no pudo el hambre y las enfermedades cuando solo Alamagh se mantuvo en pie, dando la cara insolentemente a los extraños en los cielos. Lo que no pudo el pillaje de los proscriptos y parásitos. Lo pudo el mismo pueblo.
Ese día, por primera vez en milenios, el pobre se reveló, el sufriente volcó la rabia del holocausto acumulada, contra aquellos que habían sido derrotados, el propio orgullo que nuestra nobleza había inculcado durante eones se volvió en su contra recordándoles la derrota en la tercera guerra contra los Katracks, recordándoles el precio que toda su civilización había tenido que pagar y seguiría pagando por docenas de años, recordándoles que la extinción estaba cerca.
Ese día los plateados palacios cayeron y sus ruinas cubrieron las calles. Ese día los ídolos fueron derribados y sus restos pisoteados y escupidos. Ese día los nobles vieron sus alas arrancadas y sus cuerpos marcados por la vergüenza.
Ese día Alamagh murió, aun deambulamos por sus ruinas, es cierto, aun sus mercados se llenan de los rostros cansados y hambrientos de su gente, aun algunos viejos guardias cuidan su puesto en las torres, pero, la ciudad está vacía, su espíritu se ha ido y no creo que volverá…
Y tampoco el nuestro.
Ve, hijo mío.
Ve al cosmos donde sirvas a tu raza. Ve y únete a la cruzada contra las bestias que tanto daño nos han hecho.
Ve, tú que aun tienes esperanza, porque este viejo y aquellos que vivimos ese día ya las hemos perdido.
Ve, pero, recuerda siempre porque tu anciano padre lleva estas cicatrices en su espalda.
Abre tus alas con orgullo y lucha con honor junto a esas criaturas de las que hablas.
Ojalá esos humanos nos ayuden a recuperar lo que hemos perdido.
Ve, y quizás Alamagh reviva algún día.
Alamagh, la brillante.
Ese día marco el inicio de la caída de esa ciudad… y de cuanto mas.
Hacia mucho tiempo que la esperanza se había esfumado, nublada por el fragor de los combates. Hacia mucho tiempo que las lealtades se habían desvanecido reemplazadas por el ímpetu robótico de la rutina de la guerra. Hacia mucho tiempo que los corazones se habían endurecido ante la fatalidad…
Y todos deberían pagar el precio.
El precio de dejar de sentir.
El precio de dejar de vivir.
En los yermos de lo que alguna vez fuera nuestro orgulloso mundo hogar, Alamagh, “la brillante”, antes ciudad de bravos guerreros y sublimes artistas, se había erguido por milenios como corazón de la cultura, metrópolis desafiante del poder irrestricto de las capitales de los Señores de la guerra, centro de vida, centro de honor.
Y cuanto honor.
Desde sus palacios, los jóvenes Lores, la sangre selecta de Celmaq, contemplaban los verdes prados por ultima vez antes de tomar sus asignaciones en las poderosas flotas estelares, soñando con proezas gloriosas de servicio a la raza.
Desde sus calles brillantes, los menos afortunados trabajaban sin descanso por el esfuerzo común de sus señores, soñando con llegar a los palacios plateados donde ver nacer a sus hijos con las suaves alas de la nobleza en sus espaldas.
Atrás habían quedado esos tiempos, lo que no pudo el invasor, aun cuando devastara nuestros dominios en las estrellas y el propio planeta. Lo que no pudo el hambre y las enfermedades cuando solo Alamagh se mantuvo en pie, dando la cara insolentemente a los extraños en los cielos. Lo que no pudo el pillaje de los proscriptos y parásitos. Lo pudo el mismo pueblo.
Ese día, por primera vez en milenios, el pobre se reveló, el sufriente volcó la rabia del holocausto acumulada, contra aquellos que habían sido derrotados, el propio orgullo que nuestra nobleza había inculcado durante eones se volvió en su contra recordándoles la derrota en la tercera guerra contra los Katracks, recordándoles el precio que toda su civilización había tenido que pagar y seguiría pagando por docenas de años, recordándoles que la extinción estaba cerca.
Ese día los plateados palacios cayeron y sus ruinas cubrieron las calles. Ese día los ídolos fueron derribados y sus restos pisoteados y escupidos. Ese día los nobles vieron sus alas arrancadas y sus cuerpos marcados por la vergüenza.
Ese día Alamagh murió, aun deambulamos por sus ruinas, es cierto, aun sus mercados se llenan de los rostros cansados y hambrientos de su gente, aun algunos viejos guardias cuidan su puesto en las torres, pero, la ciudad está vacía, su espíritu se ha ido y no creo que volverá…
Y tampoco el nuestro.
Ve, hijo mío.
Ve al cosmos donde sirvas a tu raza. Ve y únete a la cruzada contra las bestias que tanto daño nos han hecho.
Ve, tú que aun tienes esperanza, porque este viejo y aquellos que vivimos ese día ya las hemos perdido.
Ve, pero, recuerda siempre porque tu anciano padre lleva estas cicatrices en su espalda.
Abre tus alas con orgullo y lucha con honor junto a esas criaturas de las que hablas.
Ojalá esos humanos nos ayuden a recuperar lo que hemos perdido.
Ve, y quizás Alamagh reviva algún día.
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